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El caballero, el brujo y la princesa

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Escuchaba esta canción cuando empecé a escribir este relato. Aun estas en mis sueños de Rata Blanca del disco "La llave de la puerta secreta" .  Así que recomiendo leerlo escuchando esta hermosa canción, preferentemente de noche. Los dibujos son de Fer Manavella . Un talentoso escritor que conocí en Facebook.     Cien años pasaron desde que el caballero abandonara su ciudad y regresara esa tarde de primavera. Había viajado miles de kilómetros, recorrido ciudades, pueblos, había navegado mares y penetrado en los más tenebrosos terrenos. Había enfrentado monstruos. Criaturas del infierno, de pesadillas que aun arrastraba. Se había vuelto un héroe. Una leyenda.  Todo eso era pasado, y ahora miraba hacia adelante, ya estaba a unos pasos de su ciudad. El caballero , sin embargo, cegado por su misión, perdió la noción del tiempo. Trataba de recordar cómo fue que empezó aquel glorioso viaje que lo había convertido en una leyenda. "El brujo secuestro a la princesa &qu

Fue en una canción

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  Fue en una canción que te conocí . En una canción de amor. Fue en una canción en  inglés que tarareabas al revés.  Había música entre nosotros. En cada latido tuyo una melodía que sacudía todo mi ser y me pedía irme a vivir a tu pecho. Fue en un blues y bajo un cielo azul.  Fue en una canción que hablaba de tus labios rojos y su sabor a blend . Te conocí en una tonadita mientras bailabas en la altura, tan alto que no podía respirar y las estrellas caían al suelo como una fina lluvia de luz. Fue en una canción que sonaba en tu habitación, después de hacer el amor, esa vez también te pedí perdón y te volví perder. Tu nombre sonaba en una canción dentro de un sueño escondido en un recuerdo.  Ahí nos encontramos y nos descubrimos. Nos sentamos a escuchar una vieja canción que nos llevó a un tiempo en que todo fue más fácil. Fue en una canción que te bese por primera vez. Fue en una canción que escribí tu nombre en mi pecho. Y fue en una canción que te dije que te quiero.

El bufon y el caballero

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  Entraron al bar. Primero entro el bufón . Abriendo las puertas de par en par. Haciendo una reverencia al público que quedo en silencio. Un silencio que dolía como el frio. Como si los huesos se congelaran. Toda la gente que estaba en el bar quedo petrificada. Todos sintieron en ese momento la urgencia de irse. Pero, no a otro bar. A todos las ganas de tomar se le fueron en ese momento cuando el bufón y su cara pálida entraron al bar. Querían irse a casa. Cerrar las puertas con llave y de ser posible esconderse debajo de la cama. Aquel silencio los hizo sentirse como niños. Pero no se fueron. No podían. No debían. No iban a irse. El bufón también se los dejo en claro. —Si alguno quiere irse, puede irse. Pero solo si quiere morir. Los que se quedan también van a morir. Entonces entro el caballero . El símbolo en su pecho trajo algo de tranquilidad a la gente del bar. Su rostro estaba cubierto por una capucha y le daba el aspecto de aquel animal nocturno que tanto miedo

Como Messi

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  El tráfico a esta hora es caótico. Acelero y freno, avanzo un poco y vuelvo a frenar. Un par de cuadras se sienten como veinte minutos. Consulto el reloj; faltan minutos para que los chicos salgan de la escuela. Más papás se acercan, más autos, más ruido. Por suerte, un auto se va justo a tiempo y logro estacionarme. Un pequeño golpe de suerte. Al bajar de mi Sandero , el conductor del Voyage detrás de mí me fulmina con la mirada. Esta hora siempre es un descontrol, pero hoy más que nunca. Todos quieren recoger a los chicos y salir rápido. Los que no tienen hijos y salieron del trabajo quieren volar. Todos apuran el paso, algunos choques y se escapan algunos improperios. Los agentes de tránsito, los siempre odiados "zorros," también quieren irse y mueven las manos como si estuvieran en cámara rápida. El ruido del tráfico es ensordecedor, como una sinfonía caótica de bocinas y balizas desafinadas. Murmullos de gente. Cientos de ruidos mezclados en una gigantesca olla

Todas las lunas en el cielo

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Acerque una silla a la ventana, tenía en la mano un vaso de vidrio con Pepsi.  Hace mucho que no sale la luna,  le dije a Sofia que estaba sentada en el sofá mirando el celular.  ¿Qué?  Me pregunto sin prestarme mucha atención. Ya se había hecho de noche y había puesto en la televisión una película que pasaban siempre a esa hora. Una comedia de Adam Sandler.  Que la luna hace mucho no sale,  insistí.  ¿Quién dice?  Sofia seguia sin sacar los ojos del celular.  Lo digo yo. Que miro al cielo y no la veo hace mucho . Ella escribía algo en el celular.  Estarás viendo mal. Creo que el otro dia la vi.  Me dijo. Todavía sin creerme, ni mirarme . No, no. No sale hace mucho . Insisti una vez mas. Seguí mirando en el cielo, buscando la luna que no estaba. El cielo estaba limpio y se podían ver millones de estrellas en aquella noche de otoño. Me levanté de la silla y salí un rato a la calle. Aproveche para prender un cigarrillo. A Sofia no le gustaba que fume en la casa. Me quede mirando el cielo

Cómo siempre que llueve en enero

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El planeta da otra vuelta. Un año más. Fue solo una vuelta a la manzana. Y estamos de nuevo en ese día. Este día. Te sentís triste. Otra vuelta y es el mismo día. El universo te hace sentir pequeña. Pasan estrellas fugaces iluminando el cielo infinito. Millones de estrellas bailan en la noche, que es tan breve. El sol brilla durante el día y luego todo se apaga. La calma regresa. Pronto amanecerá. También es de noche. La luna, en silencio, se pierde entre las nubes. Todo eso sucede lejos. Lejos. Donde todo es infinito. Donde el universo no tiene fin. Donde estallan las estrellas. Donde todo desaparece. Donde todo nace de nuevo. Hoy el cielo está gris. En algún lugar, alguien te mira. Te cuida. Mientras la vida sigue su carrera interminable. Arrastras tu cuerpo. La vieja rutina. Dejas que tu cuerpo vaya solo. Como un cometa que se suelta de la mano de un niño. Que se va con el viento. Hoy no estás en esta tierra. Estás lejos. Lo buscas. Estás con él. A su lado. Te sentas a tomar unos ma

China

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    La China se va para el centro. Todos se están yendo. Ella vuelve. Ella se va. Ella se queda.   V a pisando con suavidad, se va lejos. Va pisando con fuerza. Anda cerca.   Gente que se va. Gente que viene. La China los ve llegar. Los ve irse. Van apurando el paso. Pasan mirando el suelo. Pasan de la mano. Alguno la miran, pero la China sigue yendo. Adonde sea que vaya. Si es que va a algún lado. Tal vez está llegando a tiempo o está llegando tarde. Nadie se lo va a reprochar. Nadie le va a preguntar. Adonde va, ni de dónde viene. La China se va. Se va sin prisa. No teme ir lento, solo de detenerse. La China sigue. Para ella están llegando. Para ella se están yendo. Motos. Colectivos. Taxis compartidos. Taxis amarillos. Remises. Todo esos vehículos ruidosos que hay en cualquier ciudad. Que llevan y traen a la gente y que la China nunca usaría, le basta con sus patas para ir y venir. Ahora espera paciente a que el semáforo pase a color rojo. Mira de reojo a un costado y cruza la

Viajera del futuro

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Me dijo que venía del futuro. Un futuro donde el contacto humano ya no existía. Eso me dijo después de que intente estrechar su mano como saludo y me rechazo con algo de torpeza. Recién salía del trabajo y me la encontré en una plaza que había cerca de mi casa.  Se puso delante mío y tal vez usando algún artilugio del futuro, me obligo a quedarme con ella. Tal vez solo fue su perfume. Ange Ou Demon el mismo que usabas vos. Tenía puesto un enorme casco plateado que parecía una de esas bolas de espejos que hay en hay en los boliches. Su cuerpo parecía pintado de plateado, ella me dijo que era un traje. A mi parecía que era pintura. Lo pensé al ver sus pechos accidentalmente.  Este traje resiste los viajes en el tiempo.  Eso me dijo la viajera del futuro . La mire con detenimiento buscando algún cierre o botón, y en su piel plateada se podían ver pequeños vellos.  Este traje plateado refleja la luz de la luna y me camufla . Me dijo. En las noches de luna llena era invisible. Justo ahora u