Cómo siempre que llueve en enero
El planeta da otra vuelta. Un año más. Y parece que solo fue solo una vuelta a la manzana.
Estamos de nuevo en ese día. Este día.
Te sentís triste. Todo pasa tan rapido, y es el mismo día. El universo
te hace sentir pequeña. Pasan estrellas fugaces que iluminan el cielo infinito.
Millones de estrellas bailan en la noche, que es tan breve. El sol brilla
durante el día, y después todo se apaga. La calma regresa. Pronto va a
amanecer. También es de noche. La luna, en silencio, se pierde entre las nubes.
Todo eso sucede lejos. Lejos. Donde todo es infinito. Donde el universo no
tiene fin. Donde estallan las estrellas.
Donde todo desaparece. Donde todo nace de nuevo.
Hoy el cielo está gris. En algún lugar, alguien te mira. Te cuida.
Mientras tanto, la vida sigue su carrera interminable. Arrastras el cuerpo. La
vieja rutina.
Dejás que vaya solo, como un cometa que se suelta de la mano de un
niño y se va con el viento. Que se aleja y se aleja.
Hoy no estás en esta tierra. Estás lejos. Lo buscás. Estás con él. A
su lado.
Te sentás a tomar unos mates y empieza a oscurecer. Hablás con él. Sos
una niña. Una adolescente. Sos una mujer.
Contenés las lágrimas. No querés que te vea llorar. Cerrás los ojos
para esconderte. Él te mira. Solo te mira. No vas a decirle que todavía duele
su ausencia. Que duele todos los días, pero que hoy duele un poco más.
Mirás al cielo y repetís, en silencio, que nunca le vas a decir adiós.
Millones de estrellas son testigos mientras lo jurás en silencio. Ahora lo
ponés al día. Cada año hay mucho más por contar.
Le hablás de lo bueno y de lo malo. De lo perdido y lo encontrado. Le
decís que aprendiste a no tener miedo, y que en el camino a casa te hiciste más
fuerte.
Y también que seguís gritando los goles por él.
Ahora querés pedirle que se quede. Solo un ratito más. En este
momento. Que la vida se quede justo acá. No querés dejar de ser una niña. Él te
da la mano y sonríe.
Afuera, unas gotas de lluvia comienzan a caer. Como siempre que
llueve en enero. Como llueve desde que él ya no está. Enero de un verano
que no deja de llover. Que no deja de llorar. Y el cielo llora con vos. Y te
protege. Millones de gotas de agua cubren tu rostro y borran las lágrimas.
Porque no querés que te vea llorar. Porque no querés que nadie sepa que también
llorás.
Duele enero. Duele este día. Pero va a pasar. Tiene que pasar. En el
silencio de la noche, se escucha tu corazón latir. Algo golpea desde adentro.
Millones de emociones. Millones de estrellas. Azul el cielo, y una estrella en
tu pecho. Tu estrella. Iluminando cuando todo se pone oscuro.
Afuera sigue lloviendo. Mirás la lluvia, buscando tu estrella entre las gotas que caen y el cielo nublado. La encontrás brillando para vos. Seguís escuchando caer la lluvia y convertirse en una melodía que calma el corazón. Sonreís. Siempre llueve en enero. Siempre va a doler enero.
Aun así, lo esperás. Cerrás los ojos. Ahora es de noche.
Le vas a
dar un beso antes de dormir. Justo ahí, en el cielo.
Para G.
Excelente reseña, para un libro que pinta bien. Para aquellos que sufren de ansiedad y depresión, los libros y los animales de compañía suelen ser de gran ayuda para afrontar el día y las dificultades que se encuentran a diario, tanto para adultos, adolescentes como para niños. Gracias por compartir.
ResponderEliminarA veces las palabras te abrazan. Un texto bello, suave y lleno de cielo💕
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