Acerque una silla a la ventana, tenía en la mano un vaso de vidrio con Pepsi. Hace mucho que no sale la luna, le dije a Sofia que estaba sentada en el sofá mirando el celular. ¿Qué? Me pregunto sin prestarme mucha atención.
Ya se había hecho de noche y había puesto en la televisión una película que pasaban siempre a esa hora. Una comedia de Adam Sandler. Que la luna hace mucho no sale, insistí. ¿Quién dice? Sofia seguia sin sacar los ojos del celular. Lo digo yo. Que miro al cielo y no la veo hace mucho. Ella escribía algo en el celular. Estarás viendo mal. Creo que el otro dia la vi. Me dijo. Todavía sin creerme, ni mirarme. No, no. No sale hace mucho. Insisti una vez mas.
Seguí mirando en el cielo, buscando la luna que no estaba.
El cielo estaba limpio y se podían ver millones de estrellas en aquella noche de otoño. Me levanté de la silla y salí un rato a la calle. Aproveche para prender un cigarrillo. A Sofia no le gustaba que fume en la casa. Me quede mirando el cielo, buscando la luna. No había gente en la calle. Uno que otro auto pasaba. Un perro arrastraba una bolsa de basura. Corría un pequeña y fría brisa, pero yo estaba de remera. Cuando me convencí de que la luna no estaba y después de terminar el cigarrillo volví a entrar a la casa.
¿En la tele dijeron algo? Hubieran dicho algo si no estaría la luna en el cielo, dijo Sofia cuando entre a la casa y me volví a sentar junto a la ventana. No, nadie dice nada. Seguía con el celular en la mano, la televisión seguía prendida, pero nadie le prestaba atención. En los canales de noticia tampoco decían nada. Algo hubieran dicho. Sería tendencia. Sofia me mostro la pantalla del celular y las diez principales tendencias en Twitter. No había ninguna mención. Debe ser que nadie se da cuenta. Mira el cielo. No esta. Sofia no hizo ni el intento de levantarse a mirar por la ventana. ¿Y vos como te diste cuenta? ¿Desde cuando miras tanto el cielo? Me pregunto. Mi celular. Se rompió. Te dije. Hace como una semana. Sofia dejo de mirar la pantalla de su celular. Me miro como si le hubiera dicho que me había contagiado de Covid-19. Hace mucho que no miraba al cielo. Le dije a Sofia. Y ya nadie hace eso. Hay una app que te pone el cielo en tiempo real y en HD. Sofia entro en la tienda de aplicaciones del celular y empezó a descargarse la app que mostraba el cielo en tiempo real y en HD. Seguí mirando al cielo con mis propios ojos y en lo que yo consideraba en tiempo real.
Durante toda la semana. Volviendo del trabajo me sentaba en la misma silla a mirar el cielo. Las luces de la calle estaban quemadas y de la municipalidad habían dicho que pronto iban a ir cambiarlas. Pronto podía ser mañana, pasado o en el próximo milenio. No me queje. En aquella oscuridad el cielo se podía ver con total claridad.
Un día me senté y cuando levante la cabeza para ver el cielo, casi me caigo de la silla. Trate de mantener la compostura. De no gritar. No podía creer lo que estaba viendo. Sofia había salido de la ducha y se sentó en el sofá como todas la noches a no ver la televisión y mirar el celular. Ya aparecieron. Le dije. Tenía puesto una remera de los Rolling Stone que antes era mía y ahora la usaba como pijamas. ¿Quiénes? Me dijo ella. Todas las lunas en el cielo.
Volví a mirar hacia afuera. En el cielo no había una luna.
Eran cientos de lunas todas iguales de brillantes y hermosas.
Lunas en todas sus fases. Lunas llenas y menguantes. Cuarto crecientes. Lunas nuevas. Lunas que parecían traídas de otras galaxias. De cuentos de hadas. De películas de ciencia ficción. Lunas que parecían ser rostros y que ahora miraban a la tierra con curiosidad. Lunas que parecía que uno podía tocar con solo estirar la mano.
Bueno, ahora me fijo en la app. ¿Ya te devolvieron tu celular? Sofia ni siquiera me miro. Sonrió cuando en la película alguien se caía. Me parece que era la misma película de Adam Sandler que daban todas las noches. Me lo entregan esta semana, ¿puedo ver esa app? Sofia hizo un gesto de fastidio. Busco entre cientos de aplicaciones inútiles que tenía en el celular. Hubo que esperar un rato hasta que paso algo de publicidad y me enseño una imagen del cielo en tiempo real y en HD según anunciaban. "El cielo de tu barrio". Se llamaba la dichosa aplicación. Mire un rato mientras Sofia sostenía el celular frente a mis ojos. En la aplicación solo se podía ver una luna. Una luna vieja y apagada.
No me entregaron el celular esa semana. Faltaba un repuesto que tenían que pedir y traer. No me queje tampoco. Mientras volvía a casa podía ver en el cielo las cientos de lunas. Se podian ver aún durante el día. Caminaba a casa mirando al cielo y tenía ganas de gritarle a la gente que mirara hacia arriba un ratito nada más. Pero no había caso. Las tendencias en las redes sociales cambiaban cada dos por tres y nadie se quería perder nada.
Pensaba en todas las canciones que nadie escribía. En la pinturas que alguien no pintaba sobre aquel cielo y sus lunas. En los cuentos que nadie contaba. En los amantes que hubieran podido bajar la luna que tanto prometían.
A lo mejor ahora se podía. Pensaba en todo eso que alguien con talento hubiera podido hacer y en la desgracia cósmica que sea yo y mi falta de capacidad el único testigo de aquello.
Cuando llegue a mi casa aún no se había hecho de noche. En aquella hermosa tarde de otoño, se podían ver en el cielo todas las lunas. Una por cada noche que no había salido. Una por cada uno que las había ignorado. Lunas que ahora posaban en el cielo sin esconder su belleza. Que salían a jugar como niños en un parque. Me acorde que mañana iba a estar listo mi celular.
Prendí un cigarrillo mientras Sofia se reía mirando no sé qué en su celular.
Empecé a despedirme de todas las lunas en el cielo.