Parte uno: Karma - Relato
Decidí confiar en ella, sin saber que no podía confiar en mí.
Que mi confianza es débil como un barco de papel en medio de una tormenta. Los
minutos pasan, miro el encendedor, con ganas de quemar mis dedos, todo sea por
no llamarla.
En la cama doy vueltas, transpiro, me siento incómodo sin
poder encontrar la posición. Del sueño ni hablar, esta noche Morpheo
andará borracho en la barra de algún bar o cabareteando con su viejo amigo el Orgullo.
Me siento en la cama y hago zapping. Me gustaría ser un televisor, que alguien
cambie mis estados de ánimo como si fueran canales y dejar que me apague cuando
me pongo gruñón.
Ella me había prometido llamar, miro el celular, sigue mudo,
maldito celular.
Ella sabe que la engañe, juro perdonarme, pero creo que tal
vez haya cruzado los dedos. Esta noche ella se fue, con amigas, eso me dijo.
Debe estar tomando un par de tragos. Debe estar algo mareada, entre risas y
tragos todo puede pasar. Alguien seguramente la estará mirando, la tendrá en su
mira como un buen francotirador de noche de boliche, estará siguiendo sus
movimientos, esperando que sus ojos lo descubran. Ella tal vez sonría y él le
devuelva el gesto en un juego de alto contenido erótico, imperceptible para el
resto. Pero tan latente para ellos, tanto que quemaría... Tal vez eso esté
pasando mientras me estoy tomando un trago en soledad.
Miro la hora, van a ser las cuatro, ella me dijo que antes de
las cinco iba estar en casa. Sigo esperando una llamada que todavía no llega,
espero algo, una señal de ella.
Esta noche la oscuridad la tiene de rehén. No tendría que
estar pasando por esto. Tendría que estar ahí. Tendría que estar borracho riendo,
tendría que estar mirando chicas, rozando cuerpos, tendría que... Pero...
Fui el que pidió perdón. Fui el que prometió
cambiar.
Lo hice.
Deje malos hábitos, deje la noche, dejé amigos que no me
hacían bien.
Ahora la miro a los ojos cuando le hablo, ahora suspiro cuando
ella me sonríe, es ahora que entiendo que la necesito, necesito sus besos, sus
manos, su calor cuando me abraza. Pero quizás lo haya comprendido tarde.
Me voy a la cocina y de la heladera sacó una cerveza. En un
par de tragos dejo el vaso vacío, tomo uno más y después otro. Busco otra
cerveza, la escena da vueltas, se repite.
Tal vez ya sea tarde, porque tal vez ahora mismo alguien más
este probando sus labios, tal vez en este preciso momento ella este desnuda en
la cama con otro.
La noche sigue avanzando casi son las seis. No me llamo ni una
vez, ni llegó a la hora prometida. Lo que haya pasado tal vez no quiera
saberlo, tal vez ni deba preguntar o averiguar. Pero mi sangre en este momento
hierve. Mi corazón late, late como un motor viejo, un motor averiado.
El sol ya salió y ella todavía no regresa, mis ojos ahora
están flotando en lágrimas...
El celular suena...
Estoy medio borracho, todo da vueltas, sigo llorando, sigo
sólo. Dudó en atender, no quiero saber de excusas, ni que me diga que se le
pasó la hora, el viejo manual de los infieles, las excusas cuando no llegas a
dormir.
Ella debe estar en algún hotel, me llama por teléfono,
mientras se pone la ropa y él le acaricia las piernas.
¿Quién es él?
Nadie, porque eso es lo que ella necesitaba, a nadie, nadie
especial, el o el primer imbécil que le sirviera para cobrarse el mal que le
hice.
El celular vuelve a sonar. Tal vez no sea como yo, tal vez
admita la verdad.
Y me diga que por mucho que se esforzó, no sirvió, que el mal
ya estaba hecho, que lo que se rompió no se puede arreglar. Que todo se paga.
El celular sigue sonando... Ya sé, ya se...
La culpa fue mía.
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