Medio acá, medio alla - Relato
Todo estaba oscuro, él
contemplaba aquella oscuridad sin saber si tenía los ojos abiertos o cerrados.
Una extraña calma recorría su cuerpo, sin embargo, solo unos segundos después
se sintió incómodo, sintió el cuerpo entumecido. No recordaba en qué momento se
había acostado a dormir, tampoco recordaba lo que había soñado, tan sólo
retazos de un oscuro sueño, una vieja amiga, que hace años había muerto, estaba
por casarse, lo que no recordaba era con quien, tampoco sabía quién era esa
amiga, pero lejanamente se le hacía familiar. "¿Estaba por casarse
conmigo?", pensó. Seguía meditando cuando sintió calor. Un calor agobiante,
seguía con los ojos cerrados. Inmóvil.
Las piernas las tenía entumecida, un hormigueo que no paraba, sintió el
deseo de rascarse, pero las manos no obedecían las órdenes.
Estaba en total quietud. Se dio cuenta de que no respiraba, y eso lo
hizo sentir nervioso, tenía el deseo de levantarse de un salto, pero el cuerpo
seguía siendo ajeno a él.
Con un movimiento brusco destrabo
su nariz y pudo meter algo de aire en los pulmones, pero era un aire viciado,
áspero y caliente que le causó dolor.
Ahora sólo faltaba mover el
cuerpo, pero todavía quiso esperar más, se sentía tranquilo, sin
preocupaciones.
No recordaba nada que le pudiera causar preocupación, su cabeza estaba
vacía de recuerdos. Aquella situación se le hacía rara, pero a la vez
cotidiana. ¿Me tire a dormir una siesta? No podía recordar en qué momento,
estaba desconcertado. Siempre le pasaba eso, de dormirse con la ropa puesta y
después no tener idea en qué dimensión se encontraba al despertarse.
Después de un rato acostado en paz, en total oscuridad, decidió que ya
era hora de levantarse, no tenía idea si era de día o de noche, si era un día
de trabajo o un domingo en el que podía quedarse en cama hasta la hora que
quisiera o hasta que tuviera que ir al baño o comer algo.
Con mucho esfuerzo finalmente consiguió mover los dedos de las manos, de
a poco los fue moviendo, uno a la vez. Se puso a jugar, empezó con el dedo
pulgar hasta llegar al meñique. Los levantaba de uno y después volvía, luego
imagino un piano y se puso a tocar. De nuevo se sintió raro, aquella no podía
ser su cama, tan pequeña e incómoda. Tan ajustada. Todo era tan raro, pero no
había forma de que supiera en donde estaba si no se levantaba. Con un rápido y
decidido movimiento intentó sentarse. Al hacerlo se dio un fuerte golpe en la
cabeza, un golpe que lo dejó con un terrible dolor y aturdimiento. ¿Estoy
encerrado? Más preguntas, y todavía ni
una respuesta. No tenía dudas de que estaba encerrado. Levantó la mano derecha
y se dio con una superficie de madera, era como una pequeña puerta, la abrió y
la luz de una araña en el techo le hizo arder los ojos. Los cerró con fuerza
aun recostado. Había abierto la pequeña puerta, pero no podía abrir los ojos.
Con mucho esfuerzo logró sentarse, seguía sin sentir las piernas.
Sin abrir los ojos tanteó
alrededor, sentía que estaba en una pequeña caja de madera, el corazón empezó a
latirle con fuerza, abrió los ojos de golpe, sintió que la luz lo atravesaba y
quemaba.
Empezó a frotarse los ojos, cuando escucho el ruido de unos pasos,
seguido de algo que se arrastraba en el suelo. Los pasos se acercaban y el aun
seguía frotándose los ojos. De a poco los abrió y cuando lo hizo se encontró
con un hombre gordo y elegante sentado en una silla que había arrastrado hasta
solo unos pasos. Tenía puesto un impecable traje de color gris, en una mano
sostenía un bastón con terminaciones de oro.
—Usted… —dijo apuntándolo con un
dedo—. Dígame qué está pasando. ¿Qué es esto? ¿Por qué estoy aquí?
—Bueno, amigo. Eso es un féretro
y si está metido en uno es porque obviamente está muerto, o debería estar
muerto. No entiendo porqué está despierto. Es raro, por eso es que vine.
César miró alrededor y comprendió
que aquella caja de madera en la que estuvo durmiendo era un féretro. Un
féretro caoba, simple. Sintió el deseo de llorar, de gritar, su respiración se
aceleró, quería irse cuanto antes, pero las piernas seguían entumecidas. Cerró
los ojos y trato de calmarse.
—Es una broma, esto es una maldita broma, quien quiera que me haya esto
fue demasiado lejos, no lo voy a permitir. Esto es una aberración. No sé qué
mente retorcida me hizo esto pero me las va a pagar.
El hombre gordo y elegante lo miraba, estaba sentado con las piernas
cruzadas, pensaba, cada tanto daba golpes con la punta del bastón al suelo.
César por su parte sentía que la cabeza le daba vueltas, un dolor
punzante que iba y venía, como si le hubieran puesto un inflador en la cabeza y
alguien inflara y desinflara su cráneo. Seguía sin recordar ni entender que
pasaba.
—Este es tu velorio, César. Te moriste y por eso estás ahí. Se supone
que sigas ahí, pero de alguna manera lograste despertar, lo cual no es bueno.
Definitivamente no es algo bueno.
—Si esto fuera mi velorio. Debería haber mucha gente
—¿Qué gente? —preguntó el hombre gordo y elegante.
—Cómo que qué gente. La gente que viene a llorarme. Este debe ser un
falso velorio, porque si fuera mío esta sala estaría llena de gente. Mis amigos
y familiares estarían llorando mi partida.
El hombre gordo y elegante hizo
una mueca, una leve sonrisa se dibujó en su rechoncho rostro.
—Me temo que no va a venir nadie,
de hecho, ya están cerrando. Afuera hay un par de personas que trabajan para
esta empresa de sepelios y ya están limpiando todo. Ellos están igual de
sorprendido de que no haya venido nadie.
César soltó una risotada, ya se
sentía incómodo en aquel féretro a medio abrir, además ya estaba perdiendo la
paciencia.
—No entiendo que está pasando, si esto es una broma la verdad es que
están yendo muy lejos. Así sea algún amigo el que organizó todo esto, no voy a
perdonarlo.
—¿Amigo? No tenes amigos, Cesar, ni un solo amigo, ni un familiar,
nadie. No ves que no hay nadie —dijo el hombre gordo y elegante, el eco de su
voz retumbó en el enorme y vacío salón.
—No sé quién es usted, pero no me
conoce. Tengo muchos amigos, ahora no puedo recordarlos no sé porqué, pero si
me acuerdo bien de un número —Cesar cerró los ojos y busco un numero escondido
en alguna parte de su memoria—. Mil doscientos cuarenta y cinco amigos en
Facebook.
—¿Facebook?
—La red social, esos son todos los amigos que tengo, es un número de
cuatro cifras y alguno de ellos tendría que estar aquí si este fuera mi velorio,
pero como no lo es no vino nadie. Tengo otras redes sociales y en todas más de
mil amigos.
El hombre gordo y elegante dio un fuerte golpe en el suelo con su bastón
y luego soltó una fuerte risotada.
—Por favor, Cesar. No diga
estupideces, eso cyber amigos son más falsos que un político en campaña.
Cesar seguía sin sentir las
piernas, no le respondían, estaban tiesas, las toco con las manos y las sintió
frías. La mitad de su cuerpo hacia abajo estaba paralizada, cerró los ojos y
trató de pensar. ¿En serio estoy muerto?
—Esto no puede estar pasando, es una broma, mis amigos, tengo muchos
amigos, estoy seguro de que tengo mujer, hijos, no me dejarían solo. Eso jamás
—Cesar se acariciaba las piernas, no recordaba ningún accidente que lo pudiera
dejar en aquel estado. Miró al hombre gordo y elegante—. Usted, ¿quién es?
—Mi nombre es Gulah.
—¿Lo conozco acaso? ¿Qué es lo
que quiere de mí?
—No, no me conoce. Ahora que lo
pregunta le diré que es lo que quiero de usted —el hombre gordo y elegante que
decía llamarse Gulah estiro el bastón y apunto hacia el rostro de César—. Lo
que quiero es su piel. Esto es así, Cesar. Cuando alguien muere vengo a
negociar por su piel. Es todo un trámite, a veces hay familiares que se
adelantan a mi o toman decisiones ajenas al muerto y convierten en cenizas el
cuerpo. Pero en este caso no había familiares ni nadie que se preocupa por su
cuerpo, así que vine a negociar por tu piel confiado de que no tendría ningún
tipo de inconveniente. Tenía la intención de negociar con un muerto no con
alguien medio muerto, así que no se si esperar a que se muera de nuevo en las
próximas horas o volver por donde vine.
—¿Para qué quiere mi piel?
—pregunto Cesar con repulsión.
—Mejor que no lo sepas. De todas
formas, cuando un humano muere el alma no vuelve al cuerpo, es solo carne que
ya no sirve para nada, por lo menos para los humanos.
—¿Humanos? Usted entonces que se
supone que es. ¿Es el diablo?
—No soy el diablo, soy alguien
que camina por ambos mundos, pero no lo podría entender en este momento, es
difícil de explicar y de que alguien que no está muerto lo entienda.
—Dice que viene a negociar,
entonces dígame señor Gulah, ¿qué es lo que ofrece?
El hombre sonrió.
—Tengo para ofrecer todo un
banquete. Un festín de delicias indescriptibles, manjares, placeres y todo lo
que quieras. Todo para saciar tu alma antes de emprender el auténtico viaje. Lo
malo es que no puedo decir mucho más, ni siquiera mostrarte un poco. Para
mostrarte todo aquello que puedo ofrecer, tienes que estar muerto, pero créeme,
es lo mejor de lo mejor.
—Suena interesante, pero como ve.
No estoy muerto. Como dice usted solo estoy medio muerto —Cesar escucho el
ruido de pasos y casi se pone contento de que alguien fuera su velorio—. Ah,
parece que alguien viene, tal vez solo les dieron el horario equivocado. Con su
permiso señor Gulah, voy a acostarme y cerrar los ojos para que me puedan
despedir.
César se acomodó en el acolchado
del féretro y cerró con fuerza los ojos, colocó las manos cruzadas cerca del
corazón, y espero a que alguien se acercara y le dijera, “Era tan joven, tenía
tanto por vivir”
Pero nadie se acercó, alguien
apago las luces y a continuación cerró las puertas.
César se quedó haciendo una mueca
en los labios que se podía interpretar como un berrinche, se volvió a sentar,
seguía sin sentir las piernas, miró al hombre gordo y elegante que seguía
sentado con las piernas cruzadas.
—A usted no lo vieron —dijo César
sorprendido.
—Solo me pueden ver si yo se los
permito.
—Quiero hacer un trato con usted.
—Lo escucho —dijo Gulah y cruzó
las piernas para el otro lado.
—Quiero que me de doce horas,
quiero que usted vea que tengo muchos amigos, gente que me quiere. Es obvio que
hay un error, que tal vez hayan dado mal mi dirección. No sé porque estoy
muerto, pero creo que este es el motivo, el de corregir este error y permitir a
mi gente venir a despedirme. Necesito para eso una computadora conectada a
internet.
El hombre gordo y elegante, que
se decía llamarse Gulah, sonrió.
—Tome mi celular, use el
navegador de ahí —se puso de pie y le acercó el celular a Cesar—. Admiro ese
optimismo, para estar medio acá y medio allá, es digno de admirar.
Cesar ya no lo escuchaba, por
alguna razón los números, contraseñas y direcciones de sus redes sociales los
recordó con mucha facilidad. En el navegador del celular de Gulah, ingreso a su
email y después empezó a escribir. Una corta nota anunciando su fallecimiento,
una nota conmovedora, invento un nombre y dijo ser un viejo amigo que conocía
la contraseña de Cesar y que se estaba encargando de anunciar la triste
noticia, en medio de la nota agrego una foto suya guardada en la nube. Era una
buena foto que lo mostraba con un semblante compasivo.
Una vez que hubo terminado puso
ENVIAR y le devolvió el celular a Gulah.
—Mañana a esta hora este salón va
a estar lleno gente que vino a despedirme. Ya va a ver —dijo Cesar feliz de
saber que mañana iba a haber mucha gente llorando por él.
—Lo dudo —dijo el hombre gordo y
elegante—. No sé qué va a ganar con esto, de todas formas, ya hicimos un trato
así que espero que mañana este muerto por completo.
—Mañana veremos juntos mi sepelio
señor Gulah, ahora si me permite voy a descansar un poco.
Cesar se volvió a recostar en el
féretro, así medio muerto como estaba. Sabía que alguien vendría, que alguien
se acordaría de él. Cerró los ojos sin saber si solo dormía. Si estaba medio
muerto o si ya estaba muerto por completo
¡Caramba! La muerte parece verdaderamente interesante, Yo mismo abandoné mi facebook hace años como si hubiera muerto y a nadie le ha importado. ¿Me pasará lo mismo con twitter? Bromas aparte, buen relato, con ritmo, intriga y final misterioso. Hace pensar.
ResponderEliminarHay gente que cuenta seguidores en redes sociales, como si contara plata y nunca me pareció saludable. Me preguntaba si algún todos esos amigos virtuales aparecerían en la vida real. Unos cuantos tal vez. Gracias por pasar. Abz!
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