Mientras volaba
No era un pájaro, tampoco un avión, y
mucho menos uno de esos drones que están de moda. Era una persona. La más
simple de todas. Simple e insignificante, así era como se sentía todos los días
de su vida. Menos aquella tarde.
Aquella tarde, mientras sentía cómo el
viento se estrellaba en su rostro, los miraba a todos desde arriba, sintiendo
pena por ellos, por los que seguían y seguirían con sus vidas tristes y
rutinarias. Él, aquella tarde, escapó de todo eso.
Todo lo que lo había llevado hasta ese
momento iba desapareciendo. Miles de malos recuerdos, que antes eran como
pesadas piedras que lo aplastaban, ahora se disipaban como humo. Todo lo malo,
e incluso lo bueno, ya no importaba.
Mientras volaba, sintió una felicidad que
pensó que nunca iba a sentir.
Cada metro ganado en el aire tenía más
sentido que miles de kilómetros recorridos en tierra, en esas idas y vueltas a
ningún lugar.
Cada segundo valía mucho más que todos los
años arrastrados en una agonía silenciosa.
Pronto todo iba a terminar. Lo que pudiera
pasar después lo tenía sin cuidado. No quería pensar en nada más que en aquel
instante.
Quería disfrutar ese breve momento sin
recordar todas las partidas perdidas contra la vida, sin repasar cada mala
decisión, sin cargar con todo lo que lo había llevado hasta allí.
Solo quería eso: por una vez, no pensar en nada.
Cerró los ojos y sonrió. No podía verlas,
pero sentía cómo dos alas se desplegaban en su espalda, hechas con el cielo y
las estrellas. Empezó a batirlas, sabiendo que lo llevarían lejos de aquel
mundo que nunca había comprendido.
Mientras volaba, olvidaba.
Mientras volaba, fue feliz.
No hay comentarios