Entraron al
bar. Primero entro el bufón. Abriendo las puertas de par en par.
Haciendo una reverencia al público que quedo en silencio.
Un silencio
que dolía como el frio. Como si los huesos se congelaran.
Toda la
gente que estaba en el bar quedo petrificada. Todos sintieron en ese momento la
urgencia de irse. A todos las ganas de tomar se le fueron en ese momento cuando
el bufón y su cara pálida entraron al bar.
Querían irse
a casa. Cerrar las puertas con llave y de ser posible esconderse debajo de la
cama. Aquel silencio los hizo sentirse como niños.
Pero no se
fueron. No podían. No debían. No iban a irse.
El bufón
también se los dejo en claro.
—Si alguno
quiere irse, puede irse. Pero solo si quiere morir. Los que se queden también
van a morir.
Entonces entro
el caballero. El símbolo en su pecho trajo algo de tranquilidad a la
gente del bar. Su rostro estaba cubierto por una capucha y le daba el aspecto
de aquel animal nocturno que tanto miedo causaba a los villanos.
Su ojos
blancos se posaron en el bufón.
—No vas a matar
a nadie —dijo con una voz ronca.
—Oh, este
silencio se podría cortar con una navaja, caballero —el bufón metió la
mano al bolsillo y saco una navaja. Se escucho un ruido cuando la hoja salió causando
una herida en el aire—. Podría cortarlo ahora mismo.
—Tampoco vas
a cortar nada —el caballero le quito de la mano la navaja.
—Ya veremos.
Cerveza y dos vasos —dijo el bufón apuntando con un dedo al barman.
El caballero
empujo al bufón y se sentaron en la barra del bar.
Los que estaban
ahí se fueron a buscar una mesa. El resto se preguntaban cómo es que estaban
ahí los dos. Eran enemigos. Se habían enfrentado tantas veces. Enfrentamientos
crueles y sangrientos que siempre dejaban al mundo un poco más descompuesto.
Un poco más
cerca de la locura.
El barman
les alcanzo dos grandes chop con la cerveza casi derramándose. Trato de seguir
atendiendo el bar como de costumbre. Como si fuera otra noche en aquel
legendario bar. No era otra noche. Algo iba a pasar. Lo sabía.
Y no había nada
que pudiera hacer para evitarlo.
El bufón
miro al barman de reojo. Luego sostuvo la jarra y le paso la lengua por el
borde.
—Un trago. Y
de vuelta a mí habitación. Ese el trato. ¿No, viejo amigo?
—No es un
trato. No somos amigos.
—Pero si
eres viejo
—Si. Estoy
viejo. Tú también lo estas. Ya no podemos seguir con esto.
El caballero
tomo el primer trago. Un largo y profundo trago. El bufón lo miraba
atentamente. Casi saboreando la cerveza que el caballero tomaba.
El bufón
acabo su cerveza de un solo trago.
—¿Quieres
jugar ruleta rusa? —dijo el bufón y dejo una Smith & Wesson 10
en la barra.
—No tienes
balas. Te las quite.
—Si, sí. Ya sé,
pero siempre guardo una bala. Déjame ver. Debe estar en algún lado —el bufón
reviso cada uno de sus bolsillos. Luego hizo un gesto de enfado—. Ya voy a
recordar. Siempre guardo una bala.
Con el mismo
sigilo el barman llenaba los chop con cerveza y se iba sin dejar rastro.
El bufón hablaba fuerte. Se reía. Y su risa era como una campana que sonaba
en un cementerio. Que hacía retumbar los oídos y causaba escalofríos.
El bufón
siguió hablando. Con cada cerveza hablaba un poco más.
El caballero
seguía igual. Hablando poco. Cada tanto hacia alguna mueca.
—Conocí a tu
padre. Un gran tipo. Le gustaban los chistes de homosexuales.
—No
conociste a mi padre.
—Oh, si lo
conocí. También te conozco a ti. Debajo de la máscara. Se quién eres.
—No sabes
una mierda —respondió el caballero terminando otra cerveza.
No hacía
falta que hicieran ninguna seña. Cuando los vasos quedaban vacíos el barman
aparecía y los llenaba. Aquella noche parecía un alcanza pelotas en un partido
de futbol. Atento para que el juego continuara.
Cuando la
cerveza empezaba a bajar el caballero llevaba a los empujones al bufón
al baño. En el baño el bufón seguía hablando y sonriendo.
—Siempre me
pregunte como hacías para ir al baño con ese estúpido traje —le dijo el bufón
parado junto al caballero en los urinarios.
—Por
supuesto que eso fue lo primero que diseñe, idiota —respondió el caballero.
El bufón
exploto en una carcajada.
La noche
seguía avanzando. Los dos seguían tomando a la par. Cerveza tras cerveza. Trago
a trago. Por momentos el bufón se ponía serio y aquello daba más miedo
que su risa. Por ratos el caballero también hablaba conmovido.
En algún
momento quizás se los vio reír a los dos y abrazarse. Reírse como viejos amigos. El caballero
recordó alguna vez que hasta se sacaron una foto, pero nunca pudo ver esa foto,
ni supo en que celular se sacó.
Cada tanto
levantaban las jarras y hacían algún brindis.
—Se que es lo
más te molesta de mí.
—¿Qué es?
—pregunto el caballero sin interés.
—Lo que más
te molesta. Es no saber cuándo miento y cuando digo la verdad. Te diré un
secreto, caballero. Cuando digo que voy a matar. Siempre digo la verdad.
Afuera se
escuchaba el ruido de sirenas. De ambulancias y de la policía. Se escuchaba el
ruido de disparos. Gritos. Corridas. La ciudad no dormía. No descansaba. Se
escuchaba autos que frenaban. Gente corriendo. Gritando. Gente desesperada.
Gente trastornada. Gente al borde de la locura.
El bufón
los escuchaba. Era por él. El rey bufón.
—Estuve ahí, caballero. Fui
expulsado. Por esa gente que tanto defiendes y proteges. Ahora soy libre. Mi
trabajo es despertar a los que duermen. Reinando en el infierno, antes que
servir en el cielo —dijo el bufón.
Afuera
llovía y en el cielo una señal llamaba al héroe que no aparecía.
El caballero
empezó a sentir que el traje pesaba. Que su cuerpo pesaba. Aquella sensación le
causo incomodidad. Toma un trago largo y se limpió la boca con los dedos. Por
un momento el alcohol oculto lo que sentía.
—¿Alguna
vez pensaste que tu ausencia salvaría más vidas, caballero? Quiero decir
que solo existo porque tu existes. Que si tu no estarías aquí. Tampoco yo
estaría y ya habrías salvado más vidas que las crees que puedes salvar.
—Tal vez.
Tal vez tengas razón —respondió con pesar el caballero.
La lluvia
empezó a caer con más fuerza, ahora acompañada de truenos y rayos que hacían
temblar el bar. Por momentos la luz se cortaba y volvía. Por momentos el bar
quedaba a oscuras y solo se podían ver los ojos blancos del caballero.
El agua empezó a entrar al bar. La gente seguía bebiendo. Algunos ya se habían
dormidos con la cabeza en la mesa. El barman también empezó a sentir sueño. Un
cansancio extraño. Lleno una vez más los chop del bufón y el caballero.
Luego cayó al suelo junto con una botella que se rompió en pedazos.
El bufón
tomo de su vaso y acerco el otro vaso al caballero que estaba con la cabeza
apoyada en la barra.
El bufón
empezó a hurgar en su boca. Con dos dedos agarro un colmillo y luego lo arranco
con fuerza. Escupió al suelo sangre.
Sostuvo por
un momento el colmillo ensangrentado en la mano. Luego tomo la Smith &
Wesson 10. Abrió el tambor e introdujo lo que aparentaba ser un
colmillo y en realidad era un bala.
—¿Ves,
caballero? Siempre guardo una bala.
Hizo girar
el tambor. Sin mirar la pistola. La cerro con un brusco movimiento.
—Primero los
caballeros.
Apunto a la
cabeza del caballero dormido. Y disparo
¡Click!
La bala no
salió.
—Ahora es mi
turno —dijo el bufón.
Introdujo la
pistola en su boca y disparo.
¡Click!
La bala tampoco
salió. El bufón hizo un gesto de desagrado.
—Que
aburrido —se quejó y guardo la pistola en un bolsillo.
El bufón
miro al caballero dormido y acaricio su máscara. El caballero
hizo un pequeño gesto de dolor y tosió. El bufón miro alrededor,
contemplando su obra. Todos estaban muertos. El agua seguía entrando por las
puertas. La tormenta era cada vez fuerte y por un momento los truenos y rayos
taparon todos los demás ruidos. Aquella furia del cielo fue el único ruido que
se escuchó en la ciudad enferma. El bufón tomo el ultimo trago de
cerveza y se puso de pie. Sentía un ligero mareo. Y el cuerpo adormecido por su
propio gas asesino o tal vez por la cerveza. Sentía como la garganta se le
contraía y empezaba a picar. Soltó una carcajada.
¡Que hermosa sensación! ¡Sofocación! Es un gas especial. Un
poco más especial. Es asesino. Pero tú estarás bien. Sé que tu sangre tiene antídotos a muchas de mis
mezclas. Ellos no tienen tus recursos. Mas muertes con las vas a cargar. Después investigaras. Como haces
siempre. ¿Acaso fui capaz de envenenar todas las botellas del
bar? Por supuesto que fui capaz. Como también fui capaz de hacerte
bajar la guardia. Si, te estás haciendo viejo. Yo también me estoy haciendo viejo. Quería tomar una cerveza. Esa si
era una maldita verdad. Ahora duerme caballero. Duerme. Esta noche acaba de
empezar. No traigo cambio. Tendrás que pagar esta noche,
caballero.
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